Creer que todo se aferra a esta existencia material, a la supervivencia a costa de lo tangible, excluyendo todo lo espiritual, no creer en ningún más allá y, por supuesto, tomarse la vida de manera frívola, es el objetivo de la secta que nos gobierna. ¿Y por qué la describo en estos términos tan tajantes y duros? La razón es simple: encaja en el moldeamiento hacia el adoctrinamiento hacia el fanatismo, de uno que ha pasado desapercibido durante décadas y que ahora engrasa el de los 17 puntos de la agenda 2030. El sentido de vacuidad de la existencia que nos tratan de vender de manera subliminal, a través de la ventana de Overton, es tal que en el inmenso vacío del pobre intelecto social el sujeto se llena de estupidez y de fanatismo de diversas orientaciones ideológicas, al caber todo en el inmenso espacio que queda en la supina ignorancia.
El sentimiento que se ha de tener para pertenecer a esta sagrada élite es el miedo, más no el amor, el cual está completamente prohibido en cualquier de sus manifestaciones, hasta el punto de que Google censura todos los artículos que hablen, por ejemplo, de felicidad, justo lo opuesto que pretenden que sintamos nuestros gobernantes, porque nos desean ver desahuciados en nuestras propias almas. De ahí proviene ese odio que sienten hacia nosotros cuando hablamos con verdad y humildad, y, sobre todo, con sentido común, así como esa actitud del esclavo que se cree la eterna víctima y se regocija en esa sensación de indefensión, la misma que alimenta a los nuevos grupos dictadores o policías de los egos heridos, los cuales, se quejan y hacen que los gobiernos aprueben leyes aberrantes contra una mayoría, fascismo en toda regla, en otras palabras.
Más, para entender esta locura, hay que aclarar que, en estos niveles de distopía mental, la creencia se convierte en nuestros ojos, oídos, boca y manos, con las que destruir a los enemigos de nuestra causa, sobre todo si los medios nos hipnotizan para que así los consideremos, es decir, en nuestra realidad y nuestra orden sagrada, como nuestro dios pagano. Para entender esta identificación de lo que es real, en contra de lo que no es y se convierte en aborrecible, inmoral y nauseabundo, requerimos de una estructura de creencias lo suficientemente extensa y confusa, como para que el que se convierte en súbdito, aunque sea por ignorancia, vea como en su mente se le teje una tela de araña tan despiadada que huir de ella produzca auténtico terror. Todas ellas tienen ese contenido de miedo, odio, falta de tolerancia, de paciencia, de expectativas fascistas y caprichos convertidos en órdenes porque yo lo valgo. Es ese elemento el que une el tejido ideológico del fanático y todo ello se refleja en la sociedad, porque una idea si no se pone en práctica se queda en la nada al no poder ser juguete de quienes practican diabólicamente la manipulación de masas, se queda en mera especulación que los diseñadores de los entresijos sociales necesitan ver si les sirven, sin importar los costes humanos que ello conlleve. De ahí vienen los roles sociales: eso que usted ha de hacer, lo que se espera que haga en un momento oportuno, los frutos de los que se alimenta el ojo que todo lo ve (el mismo con el que se representa el dios Ra), en forma de esclavitud y de obligación permanente, desde que registran al nacer y hasta que mueres.
Todo ello conforma el marco teórico, el falso sustento del bien común, que es perjuicio a los más sagrados intereses personales, la gran mentira de los sueños que nos venden los oligarcas, el capitalismo en el nombre del dios dinero y el cielo, en forma de éxito que ansiamos llevarnos a la tumba como los faraones o los reyes de la antigua Babilonia, en un acto de soberbia que va más allá de la maldad inimaginable. Es así como la realidad es el yo y éste el objetivo macabro del inconsciente colectivo, ensuciado por el miedo y todos sus aberrantes hijos despreciables, haciendo real el sentido de la conciencia del esclavo que sigue todas los dogmas y jerarquías, así como la obediencia a los que los protegen (porque si pienso algo, y si alguien osa atacar esa idea, ha de ser protegida por alguna institución o persona) los cuales, de conducir a cierta tranquilidad, creemos como niños huérfanos que son eternos y que lo malo ya pasó. Es la falsa seguridad, esa que llena a la gente de un ego estúpido, que nos hace creer que pertenecemos a ciertos status, cuyo fin es conservar lo que llamamos statu quo de nuestra ignorancia, la cual alimenta la soberbia. Por lo tanto, hemos de estar pendientes de las amenazas que pueden ser meras dudas de otras personas, o actos de desobediencia y rebeldía (eso que tanto molestan a los censores, cuando ponen el grito en el cielo, no se si implorando a quién, por que no creen ni en Dios, ni el más allá). Ello configura, por otra parte, el marco de la creencia, su marco de pan de oro, donde lo justificamos ante los demás, considerándolo el summum de la falsa sabiduría, pues no es más que la manifestación de la más soez mentira y del engaño, disfrazado de piel de cordero.
De ahí a la religión y al fanatismo no hay más que resbalarse. No me refiero sólo a los movimientos evangélicos, católicos, musulmanes o de cualquier otro tipo, sino a toda modalidad de fe en un dogma que no entendemos y que admitimos como propio, que es como creer en un dios porque nos lo han descrito, en un acto de ingenuidad completamente infantil. En este sentido los valores sociales conforman una especie de religión o de secta y, si seguimos costumbres sin cuestionarnos sus razones ni dudar de ellas, menos si alguien nos critican por eso, somos presas de estas sectas que se nos cuelan por el aire y nos alejan de la verdad, de la verdad del mundo, de nuestra naturaleza incuestionable, de ésa que no podemos escapar y que nos lleva a la muerte, donde muchos se enfrentarán a su propia maldad y a su infierno en vida, porque quien fallece simplemente cierra los ojos y no nota la diferencia, salvo que sufra de manera atroz y dolorosa.
Toda atadura al temor a considerar y realizar un análisis crítico de nosotros mismos es un paso a convertirnos en permanentes esclavos de nosotros mismos, lo peor.
Y es que hemos olvidado que la verdad nos hace libres, como dijo Jesucristo, donde sólo es necesario dar un paso muy concreto, pero hacia el vacío.
Yo creo que ellos si creen en dios, pero su dios es Lucifer, no son ateos como nos hacen creer, para triunfar y para llegar al poder en este infierno en el que vivimos hay que vender el alma a Satanás, nadie llega a la cima si no pertenece a la religión secreta del mundo, la más antigua, la que practica la masonería. Los masones nos dicen verdades mezcladas con mentiras y nos han engañado toda la vida, el mismo criminal que se apoderó de la medicina hace mas de 200años, también se apoderó de la enseñanza que no es enseñanza sino adoctrinamiento para que acepten su dictadura tecnocrática comunista mundial.
Todas las ideologías colectivas, todas las dictaduras, de derechas o de izquierdas, son dogmáticas, fanatizantes, esclavizantes, alienantes