El Vaticano, Hollywood y los evangélicos estadounidenses formaron una alianza para promover la película de Mel Gibson: La Pasión de Cristo. La estrella Jim Caviezel tuvo una audiencia privada con Juan Pablo II antes del estreno en diciembre del 2003 y recibió su bendición. El co-productor de la película, Steve McEveety organizó una proyección a la intención exclusiva de Wojtyla, coordinada por un joven asistente, Jan Michelini, hijo de Alberto Michelini, antiguo portavoz del Opus Dei en Italia. Cabe recordar que, en 1982, Juan Pablo II erigió la secta del Opus Dei en prelatura personal mediante la Constitución apostólica “Ut sit”. Le concedió a la Obra lo que le negaron sus antecesores en la cátedra de San Pedro: la posibilidad de convertirse en una diócesis universal sin límites territoriales ni de jurisdicción. De hecho, el actor que interpretó a NSJC afirmó que esta película es una experiencia mística universal.
Una anterior exhibición privada de la película tuvo lugar dos días antes, en la sede particular de la controversial orden católica ultraortodoxa, los Legionarios de Cristo. Esta secta pedófila (Legión de Cristo) está reconocida en la sección de créditos al final de La Pasión por su colaboración. Aunque la mafia vaticana tenía desde 1943 documentos sobre la pederastia de su fundador, Marcial Maciel, el papa polaco le ofreció su protección y silenció toda su vida las denuncias de centenares de víctimas del “apóstol de la juventud”. Además, parte clave de la promoción de la película ha estado a cargo de la agencia de noticias Zenit en Roma, congregación católica de extrema derecha perteneciente a los Legionarios de Cristo. Zenit publicó en exclusividad la primera entrevista de Mel Gibson, identificándose con él y con la película. ¿Será mera coincidencia que tal éxito cinematográfico de alto impacto se estrene justo cuando la credibilidad pública de los sacerdotes y del Vaticano pasa por una de sus peores crisis en la historia?
Como curiosidad, en España, José María Ruiz-Mateos vio frustrado su sueño, pues llevaba varios años detrás de Mel Gibson. Cuando veía una película de carácter religioso, se enfadaba porque ninguna retrataba a la Virgen María como él decía que era, mucho más humilde e inculta. Nada más ver “La Pasión de Cristo”, pensó inmediatamente que su hombre era Mel. La ruta para llegar al director empezó en El Vaticano. Ruiz-Mateos hijo y su esposa, Cristina Figueroa, viajaron varias veces a Roma. Tras algunas reuniones en el Estado eclesiástico, la nuera del patriarca logró que altos representantes de los Legionarios de Cristo la pusieran en contacto con el entorno de Mel. Sin embargo, aunque no rechazó formalmente la oferta, tampoco quiso el director reunirse con la familia.
En un valle soleado, cercano a Malibu Beach (Los Ángeles), se levanta una pequeña capilla con pulcros edificios adyacentes. Éste es el lugar donde se reúnen cada semana los 70 miembros del grupo católico tradicionalista llamado “Holy Family” (Sagrada Familia). Entre ellos estaba el señor Hutton Gibson, padre de Mel que sacó de su propia cuenta bancaria 2.8 millones de dólares para construir este templo dedicado a las actividades de Holy Family, el cual no está afiliada a la arquidiócesis católica romana de Los Ángeles. A manera de triste anécdota, en 2008, Michael Van Dyke, de 48 años, se colgó de una estructura de una vivienda aún sin terminar, propiedad de Mel Gibson. Vivía acosado por las deudas y tomó esta drástica decisión. Había trabajado como capataz en la elaboración de decorados en Hollywood y estaba construyendo una casa para la celebridad australiana, muy cerca del centro religioso Holy Family.
Uno puede hablar de la comercialización masiva de la película, con toda la parafernalia de artículos y souvenirs que suelen ir aparejados. En ese sentido, el tratamiento que se le da a los valores que se pretenden establecer como sagrados está a la par de lo que la industria del cine estadounidense hace con éxitos comerciales como Harry Potter o Star Wars. Se trata de una cultura consumista que responde a determinados estímulos publicitarios, con venta de llaveros, tazas de café, tarjetas postales, camisetas estampadas. La manufactura de las camisetas es casi idéntica a las que se venden a las salidas de los conciertos de rock: solo en negro para los hombres y exclusivamente en blanco para las damas. Las réplicas en miniatura (hechas en plata esterlina) de los clavos utilizados en la crucifixión de Jesús para filmar La Pasión, se ofrecen a 50 dólares la pieza, con la marca comercial asociada “The Passion Tm”(Trade Mark) que lleva las mismas siglas que una lata de aluminio de Pepsi. Es decepcionante como llegaron a trivializar a Jesús y su obra al convertir su muerte en mercancía. No nos extraña entonces, que esté ausente de la película la escena del Evangelio en la que Jesús echó fuera a los mercaderes del templo, pasaje clave que explica una de las razones por las que los saduceos y fariseos lo querían crucificar: su oposición al comercio de la fe que profana lo sagrado.
En La Pasión, el realismo y la retórica del pathos detienen el tiempo, enfocándose demasiado en el trato dado a Jesús antes de ser crucificado. El hecho central de la crucifixión misma es minimizado debido a esta asimetría escenográfica. Y lo es a tal grado, que la película bien podría llamarse “La flagelación de Cristo”. El registro del Nuevo Testamento dice que NSJC estuvo clavado a la cruz durante seis largas horas, mucho más de lo que tomaba una flagelación. El resultado es una disminución de los evangelios como fuente documental. Este proceso de flagelación es sólo soportable por un superhombre, un superhéroe de películas hollywoodienses. La implicación teológica es una reducción de la humanidad de Jesús. En la película, no hay paso que Cristo dé, con cruz o sin cruz, que no vaya acompañado de un golpe, un empujón o un latigazo. Como si un azote menos fuese a malograr la redención. Para más inri, con la acción de la lanza, no brotó simplemente agua y sangre del cuerpo de Nuestro Señor, sino que salió literalmente un largo baño de regadera a presión sobre el soldado romano (Longinos), de tal magnitud e impacto que éste cayó de rodillas.
Habitualmente cauta, la jerarquía conservadora de Roma dio de inmediato su imprimatur al reduccionismo del Evangelio según Gibson y lo colmó de inusuales respaldos y aclamaciones de sus más altos representantes. Desde el Vaticano, el encargado de supervisar la ortodoxia de la doctrina católica en todo el mundo, omitió mencionar que el director se basó en gran parte sobre las visiones místicas de Ana Catarina Emmerick (1774-1813), beatificada por Juan Pablo II, el 3 de octubre de 2004. Sabiendo que la película salió el 25 de febrero del 2004, no parece mera coincidencia esta obvia causa-efecto.
Con la película, se mantuvo expectante la atención del público por meses. Fueron enlistadas, vía proyecciones privadas, influyentes personalidades del mundo evangélico estadounidense, las cuales de inmediato se sumaron a la agenda publicitaria para hacer de La Pasión un producto de consumo masivo para muchos creyentes de cultura norteamericana e hispana, adictos a experiencias emocionales. Mel Gibson vio con entusiasmo la gran acogida que su filme recibió entre los evangélicos, en muchas partes del mundo. Personalidades como Billy Graham, Pat Robertson lo promovieron, así como movimientos evangélicos muy prominentes tales como el Ejército de Salvación, la Asociación Nacional de Evangélicos, la Cruzada Estudiantil para Cristo, el Seminario Teológico Bautista del Sur, que lo recomendaron activamente. Por cierto, son los evangélicos americanos quienes han conseguido en los últimos años una posición de privilegio en Hollywood. En apenas 8 años, han llevado a cabo un auténtico asalto a Hollywood. En cuanto a los derechos para imprimir el libro fotográfico de La Pasión, fueron a parar al sello editorial evangélico Tyndale Publishers House. Tirando de este hilo, Mel Gibson conoce en persona a Erik Prince (hospedó a Mel en Abu Dhabi en 2013), fundador de la empresa militar privada Blackwater (hoy Academi) que presta sus servicios de asesoría y entrenamiento a grupos paramilitares, además de vender armas al Estado Islámico, fingiendo luchar contra él. Como él, sus padres Edgar y Elsa Prince forman parte del movimiento Dominionismo (Reconstruccionismo cristiano), corriente religiosa que promueve la imagen de un Jesús guerrero y la idea de la aceleración de los tiempos finales apocalípticos. En definitiva, una visión muy similar a la de Daesh, es decir la de una cruzada o guerra santa con tintes de milenarismo. Los evangélicos han trabajado para sustituir al Jesús de los Evangelios por un ídolo de masculinidad ruda y su cultura está repleta de héroes y soldados musculosos. Hombres como Oliver North o el clan Duck Dynasty afirman el poder masculino blanco en defensa de la América cristiana. No debe sorprendernos que los evangélicos estadounidenses estén hoy en día y desde su creación, detrás de las propagandas Daesh en las redes sociales, para seducir y enrolar a jóvenes radicalizados a nivel mundial. Sabiendo asimismo que Mel Gibson apoya a Donald Trump, el panorama está casi completo. Durante la celebración de un evento de la UFC (artes marciales) en Las Vegas en 2021, Mel no dudó en saludar al expresidente con un gesto militar. Trump representa el cumplimiento de los valores más profundamente arraigados de los evangélicos blancos: el patriarcado, el gobierno autoritario, la política exterior agresiva y la aceleración de la venida del Inicuo.