Artículo de Lomas Cendón
La mayor astucia del diablo es hacernos creer que él no existe. Para el mal, el ocultismo no es parafernalia simbólica, esotérica, estética; para el mal, el ocultismo resulta ser su hábitat necesario, como para el pez el agua. Si no consigue permanecer oculto, su fechoría pierde su gracia. Si el mal desvela su rostro, pierde todo su poder.
La otra triquiñuela del maligno, asociada a esta, es hacernos creer que el mal siempre está lejos, fuera y después. Esta nos la comemos todos con patatas: lo malo siempre está en el otro, en el extranjero, en el infiel; siempre quiere entrar en nosotros y en nuestro mundo como invasor, virus o extraterrestre; y siempre acecha y se proyecta en un futuro amenazante. A su personificación la situamos reinando los lejanos infiernos, espacios sombríos, tiempos oscuros, lugares indeseables para lo que haya más allá de esta vida…
¿Queréis que se desvele el gran secreto de la Masonería aquí y ahora, en un artículo que encontrasteis en internet? Pues aquí lo tenéis: Ese Maligno es el Príncipe de este Mundo, princeps huius mundi, el Manu hindú, le roi du monde, el Menes egipcio. Él gobierna este mundo y estas formas de vida que somos (o en las que estamos), y de este conocimiento si infiere que, si el Príncipe de las Tinieblas es el Príncipe de este Mundo, no hay otro averno, otro reino del mal, otro infierno, que este extrañísimo lugar en el que habitamos. Y digo habitamos para evitar el vivimos, porque vivir, lo que se dice vivir, poquito: la vida se reduce a nacer, crecer, ser engañado en todo, y morir en la ignorancia.
Pero quien no se consuela es porque no quiere, y hasta de esta penosa situación extraemos una esperanza: si ya estás en el infierno, ahórrate el miedo en un inexistente infierno futuro, pues este se va a desarrollar siempre en un presente continuo mientras permanezca oculto. En palabras más claras: viviremos en el infierno, inconscientes, dormidos, ajenos a la brutalidad e indignidad que sufrimos, mientras vivamos engañados en un mundo democrático, progresista, sostenible, resiliente, solidario, igualitario, tecnológico, y medioambiental de mierda; me explico:
Te despiertas por la mañana con procesos inflamatorios varios tras la nocturna sesión de irradiación a traición que te meten todas las noches: o faringitis, o dermatitis, o artritis, o amigdalitis, o sinusitis, o bronquitis, o rinitis, o inflamación intestinal… elige la tuya; todo sufrimos al menos una. En los últimos tres años te han inyectado (en verdad, te has dejado inyectar de manera sumisa y borreguil) varias dosis de óxido de grafeno reducido que han mermado tu salud considerablemente. Te despiertas cansado. También tus hijos, que van a la escuela tosiendo, siempre acatarrados, mocosos, dengosos, bajo pretexto del virus de temporada, una bacteria desconocida, o una alergia a sabe dios qué. Tus padres, o ya han muerto en estos tres años (infartos fulminantes, ictus, arritmias, cáncer), o se están muriendo (con su correspondiente via crucis de quimioterapia, cirugías, pruebas médicas, drogas, listas de espera, citas con el especialista…), o han envejecido en un año lo que antes se envejecía en una década. Finges que todo esto es normal y que se debe a lo que te dicen los medios que es la causa: el cambio climático, la polución del CO2, y los aditivos de la comida. Esos mismos medios de información te aterrorizan con estudios científicos y pronósticos de pandemias futuras que están por venir, virus por descubrir, sequías que sufrir, volcanes que eructar, asteroides que caer. Te machacan con la propaganda de sus guerras (Ucrania, Israel…), sus conflictos políticos (la derecha contra la izquierda, nacionalistas contra otros nacionalistas…), sus crisis planificadas (energética, climática, económica…). Tu conciencia la anestesian con debates políticos estériles, cotilleos, series de televisión, espectáculos deportivos, pornografía. Miras arriba y ves estelas químicas cuadriculando el cielo; miras al frente y ves bandos de zombis tristes, angustiados, taciturnos, mirando al móvil, toqueteando la pantalla, con auriculares como orejeras; miras abajo y ves una tierra yerma, envenenada, que ya apenas da fruto si no es transgénico, fertilizado, patentado por una multinacional agraria.
Hacen que tu vida consista en una siniestra gymkhana de pruebas de credulidad y sumisión a sus absurdas consignas: estudia y trabaja; obedece y paga impuestos; consume y vacúnate; compra y vota; gana dinero y entréganoslo. Cada vez eres más pobre, cada vez eres más tonto, cada vez tienes menos armas y estás más perdido. Cada vez tienes menos tiempo de cuestionarte por tu existencia, tu destino, tu muerte. Cada vez te asemejas más aun animal, no por lo salvaje (ojalá fueras salvaje), sino por lo doméstico, manso, estabulado: tus protestas e indignaciones las canalizan en sus redes sociales, sus manifestaciones asquerosas, sus revoluciones prêt-à-porter. En vez de revelarte desde el amor por ti mismo y por tu prójimo contra el Príncipe de este Mundo, permites que aviven tu odio contra los rusos si eres europeo, contra los europeos si eres musulmán, contra los musulmanes si eres judío; contra los catalanes si eres español, contra los hombres si eres feminista, contra las feministas si eres trans; contra los ricos si eres comunista, contra los comunistas si eres liberal, contra los liberales si eres tradicionalista religioso, contra la religión si eres ateo…Todos acabamos enfrentándonos entre nosotros sin desvelar quién nos explota en esta monstruosa granja, colmena, fábrica de entes a su servicio. Como ganado descuartizado para la venta cárnica, como panales de miel arrancados de cuajo, como robots más o menos humanoides que salen de una cadena de producción industrial, así dejamos este mundo: sin arañar el rostro del bicho que nos tiene sometidos, humillados, engañados.