Los sindicatos y asociaciones de policías y guardias civiles están que trinan, y con razón, porque mientras se elabora la amnistía para los delincuentes del ilegal referéndum de independencia de Cataluña (1-O), hay 45 agentes procesados por su actuación ese día, para los que nadie pide amnistía.
Así las cosas, hay convocada una concentración en Barcelona para el día 10 de noviembre, como protesta contra el humillante trato de que son objeto los agentes.
Como tienen razón, espero que sea multitudinaria.
Pero yo no iré, ni a esa, ni a ninguna que convoquen las organizaciones policiales en apoyo de su gremio, mientras no me pidan disculpas por haberme secuestrado durante 3 meses, y luego impedirme circular por España muchos meses más.
Y eso, por no hablar de las humillaciones (y multas) sin cuento que tuve que sufrir por no usar la infamante, peligrosa e inútil mascarilla. La marca visible de la servidumbre y la estupidez.
Todo ilegal, inconstitucional e irracional. Muchos se avergüenzan al recordarlo.
Porque, que no me vengan con milongas, esos meses nunca me crucé con su querido Marlaska ni con Perro Sánchez para imponerme esas ilegales e irracionales medidas. Fueron unos esbirros uniformados los que me persiguieron de modo inmisericorde.
Ya no necesito que me indemnicen. Me basta que me pidan disculpas públicamente y se comprometan a no volver a hacer nunca más nada parecido, bajo ninguna excusa (porque la próxima vez seguro que la cambian).
Barato se lo pongo.
Ese día recuperarán el aprecio que siempre les tuve (a lo mejor era idiota), y podrán contar conmigo para reivindicar sus derechos.
Antes, ni de broma.
Porque la humillación que están sufriendo en sus carnes, en última instancia es culpa suya. Y no vale menos la que sufrí yo.
Ellos mandaron a los políticos el peligroso mensaje de que se obedece cualquier orden, por ilegal e irracional que sea. Transformaron el sueldo en soborno, y ahora pagan las consecuencias.
De aquellos polvos, estos lodos.
Hoy por ti y mañana por mí.
Juntos o separados. Vosotros decidís.
NOTA. La concentración del 10 de noviembre podría ser una excelente ocasión para la reconciliación de las FyCS con los ciudadanos.
Por el bien de todos, no la desaprovechéis.
La policía ya fue humillada en aquel teatro pactado entre los partidos hegemónicos, la cloaca ibérica, las logias, la mafia mediática y el globalismo, al fin y al cabo todo tentáculos del mismo ente criminal. La foto que ilustra el artículo es la muestra perfecta de cómo fueron utilizados y vejados para aquella versión sardanera del Maidán hispano.
La mayoría de la gente no tiene memoria, y cada vez menos pues es una función cerebral bajo ataque intensivo, pero yo recuerdo perfectamente cómo todos los vídeos de los propios agentes que recogían la violencia que ellos padecieron fueron guardados en un cajón por el «torpe» (je) desgobierno masón de turno, pepero, como dato accesorio. En un cajón acabó también el informe de la Alta Inspección de Educación sobre el patente adoctrinamiento escolar de corte fascista, o el que Maite Pagaza presentó en el corrupto Europarlamento sobre ese mismo gravísimo tema. Y mientras se metía en el cajón la violencia de la «gent de pau» (macroensayo de control mental) se permitía que personajes como Rufián paseasen por el mundo la foto de una señora fostiada sacada de algún viejo archivo policial de los Mossos o de la ‘deep web’, sin que nadie lo «factcheckeara». Lo dicho, teatro hollywoodiense como TODO lo que pasa en el mundo desde hace casi un siglo.
Tampoco se acuerda ya casi nadie de cómo se organizó, a base de los primates ‘antifas’ que los Soros y los Iglesias mantienen siempre coordinados, engrasados y prestos, la salvaje guerrilla urbana para cuando saliese la «sentencia del procés», también ‘fake’ (la sentencia, la de la «ensoñación») como todo lo demás, donde la poli fue obligada a casi dejarse matar indignamente mientras Marlaska cenaba hamburguesas en Madrid.
Pero eso sí, entre tanta humillación, utilización como actor involuntario y peligro extremo por su vida y la de sus familias, se les dio carta blanca para desahogarse y desquitarse con los «negacionistas». Y vaya que la aprovecharon. Así que hago mía la frase de Galo:
«Ese día recuperarán el aprecio que siempre les tuve (a lo mejor era idiota)»