viernes, agosto 2, 2024

Para ser valiente

Valentía es lo mismo que valor ¿Y valor no es “lo que vale”? ¿Y por qué vale? Porque se desea. A la falta de valentía la llamamos cobardía ¿Quién desea ser cobarde? Nadie. ¿Qué puede valer lo que nadie desea?

La cobardía no tiene demanda y, lo que no tiene demanda, no tiene ningún valor, en ningún mercado ¿Por qué nadie quiere ser cobarde? Porque la cobardía va siempre unida a cierta sensación que llamamos miedo, que no es nada agradable. ¿Quién desearía vivir desagradablemente?

La valentía, por contra, siempre va unida a cierta sensación de satisfacción, de fuerza, de poder… ¡Por eso es tan apreciada! Sentir valentía es sentirse vital y sentir cobardía es sentirse desvitalizado. ¿Y no es la vitalidad lo mismo que la vida? ¿No podemos decir que el valiente se siente más vivo? ¿Y el cobarde menos vivo? ¿Quién pagaría por sentirse muerto?

El caso es que, si todos apreciamos la valentía y nadie la cobardía ¿Cómo es que la cobardía no ha desaparecido del mercado? ¿Acaso influye algo más que la oferta y la demanda? ¿Puede que la cobardía sea algo innato, congénito? ¿Puede que sea un defecto de nacimiento? ¿El verdadero pecado original? Pero entonces ¿Por qué no afecta a todos por igual?

Superar el miedo, trascenderlo, elevarse sobre él, y sentir la fuerza, la energía, el poder que se siente al hacerlo. ¿Quién no ha levantado el puño al dar ese salto, desde el trampolín, que tanto temía? Los cobardes creen no poder, y como creen que lo que creen es verdad, no pueden. ¿Se cumplirían las profecías si nadie creyera en ellas? ¿Puede que se cumplan debido a un error de entendimiento? ¿Puede que el error sea creer?

¿Qué se requiere para ser valiente? Nada en especial. ¡La verdad es que cualquiera puede serlo! Cuando uno entiende que actuar con valentía es su única opción, se lanza, sin más, sin proponérselo siquiera, porque también entiende que no hacerlo es resignarse a morir. ¿No es pues una simple cuestión de entendimiento? Uno puede entender eso, perfectamente, cuando ve amenazado su bolsillo, su estilo de vida, su cultura; y si no cuando ve amenazada la salud, física y psíquica, de sus amigos, de su familia, o la suya propia. Los cobardes son esos que aún no lo han entendido pero, sin duda, lo entenderán, porque las amenazas seguirán “in crescendo”, a fin de que todos tengamos la oportunidad de recuperar el valor que perdimos, cuando optamos por creer.

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