viernes, agosto 2, 2024

El grito

Parece que a los especialistas en salud mental eso de profundizar les cuesta un poco. Ante la elevada amalgama de trastornos de esta naturaleza, muchos de los cuales tienen una explicación muy concreta y nada estudiada por cierto, prefieren decir que son de esa naturaleza y que se curan siguiendo remedios hechos con petróleo, que simulan neurotransmisores que, a larga, nos van a generar dependencia y adicciones graves, así como cuadros de abstinencia y otros efectos secundarios no deseados. Es decir, que no curan para nada. 

Una atenta del DSM V, fruto de la Asociación norteamericana de psiquiatría, nos describen cada uno de ellos en clave de distintos síntomas, muchos de ellos ambiguos y a modo de pinzas para poder detectar si alguno de nosotros somos candidatos de ellos, ya que su fin no es otro que las farmamafias, las mismas que hicieron y vendieron sus engendros venenosos covidianos, ahora también para el cáncer, el dengue, e incluso ya lo están pensando para la gripe aviar, se llenen los bolsillos a costa de nuestro sufrimiento y miedo.

Todo ello convierte a la psiquiatría en un arma de guerra de las élites, que no podían ser otra cosa que satánicas, visto lo visto, y a la psicología en un almacén en el cuarto trastero que nadie conoce. Se ocultan, entonces, sus verdaderas causas y se censuran a los que las cuentan. Aún con riesgo de que conmigo hagan lo mismo (lo cual ya ha sido tan frecuente que es una señal de que meto el dedo en la llaga que más les duele), vamos a ir un paso más allá.

Hace algunos años se me ocurrió la idea de investigar la realidad desde un punto de vista filosófico, pero no de lo que solemos llamar como tal en los manuales de secundaria o de las universidades, no, se trata de la apasionante filosofía del capitalismo, de la religión del dinero, de su relación con lo que llamamos dios, una representación inconsciente relegada a cualquier cosa que pudiera cumplir su función, como el vil metal, por ejemplo. Esta concepción pagana de lo espiritual nos hace creer que dependemos de una fuente para la vida y que ésta es imprescindible, por lo cual les pedimos en oraciones (como hacían hace miles de años) o nos la apropiamos como representación de poder. Lo que se oculta detrás de todos estos ritos, que son de naturaleza pagana y antiquísima, no es más que el miedo a lo incierto, la búsqueda de lo exacto y del conocimiento de la medida de las cosas (incluyendo a las personas), para tener una noción clara de dónde estamos y qué debemos hacer, sin importar quiénes somos, pues no hay tiempo para esas preguntas.

Ello se refleja en el hecho de que se convierte al individuo en el centro del universo conocido y bajo la premisa de que “si existe un dios ése soy yo”. Esta ideología, llevada a los extremos ideológicos y sagrados, nos conduce al caótico sistema social, en el que prima la falta de colaboración entre las personas, la falta de empatía, el hecho de considerar que la ayuda externa es un modo de insulto o de que no necesitamos auxilio porque somos dioses en miniatura con capacidades infinitas. Nada más lejos de la realidad ya que los seres humanos estamos llenos de debilidades, carencias emocionales, necesidades de protección y de un abrazo y un beso para sentirnos bien, con el fin de producir, no sólo endorfinas de manera natural, sino de sentir nuestra plenitud hasta sentirnos realmente unidos, porque el universo es uno. Si nos pusiéramos en la mente de un satánico que adora al mismo demonio, esta idea le parecería sencillamente tan aborrecible que expresaría su odio y venganza a quien lo dijese. No es extraño entonces que una de las grandes obsesiones de la francmasonería y los grupos de poder asociados (muchos comunistas y de ideología de zurda), apuesten por estas ideas y las defiendan como las únicas posibles, con total intolerancia hacia el enemigo. La visión del mundo, según esta cosmología, es bien simple: el mundo es un caos donde del conflicto nace la luz, como los antiguos dioses de Egipto se mataban y traicionaban entre ellos, porque, del mismo modo, es natural que lo hagamos entre nosotros los humanos.

Si proyectamos todas estas intenciones en el sistema social, nos encontramos con un orden colectivo donde prima el caos absoluto, el conflicto, la desconfianza, el sálvese quién pueda y la ausencia de reglas morales, a menos que la imponga una mayoría (que suele desconocer las consecuencias que tienen que se apliquen, inclusive para quien las proclama y defiende en su propia existencia), la desigualdad, la pobreza, el cambio constante porque no hay nada estable y el hecho de sobrevivir ya nada tiene que ver con el grado de inteligencia, sino con el poder que se tenga sobre la propia existencia, muchas veces dependientes de factores externos como dioses materiales, como es el dinero. ¿Es éste una representación simbólica del dios Ra, si su brillo se corresponde con el del oro?

Volviendo a nuestro asunto, el modelo económico es todo menos justo. Son los más poderosos los que nos imponen su hipócrita moral, sus normas y leyes, muchas de ellas contraproducentes, lo cual crea condiciones de vida que son más que condiciones de esclavitud, ya que, siguiendo el primer protocolo de los sabios de Sion, la libertad es una fantasía que nos han vendido como una trampa para que caigamos en las fauces del dios Baal en sus sacrificios, todo con tintes muy simbólicos. Finalmente, las acciones y esfuerzos, de acuerdo con esos principios tan individualistas y sagrados para los pilares del capitalismo y del mutuo respeto social (todo lo contrario), no ayudan pues los resultados, de darse, son de naturaleza temporal y no duran para hacernos felices. Es decir, muchos acaban viviendo de la nostalgia y el dolor por lo perdido porque, en realidad, nada fue como la madrastra sociedad les prometió en algún momento, sino todo lo contrario: vacío, muerte y duelo.

En este contexto de desesperanza, si añadimos las decisiones de gobiernos sátrapas y con mentalidad delincuencial, no es nada extraño que las personas no encuentren salida a sus vidas no puedan hacer planes de futuro ni tampoco ordenar sus existencias pues todo acto en este sentido es para nada, o así lo sienten. Y lo que conduce a ello son muchas veces factores económicos, que regulan las relaciones humanas, lo que provoca además serias dificultades emocionales de adaptación (pues el sistema social no se acomoda a lo que realmente nos hace felices, sino todo lo contrario en no pocos casos), y que crean los famosos trastornos del DSM V.  Es decir, que mucho tiene que ver el entorno en nuestros problemas existenciales y nuestras decisiones, muchas veces dianas de nuestros pensamientos de culpa, tan asociados a la depresión y a la indefensión aprendida, son simples consecuencias de una sociedad a la que acostumbrarse es sencillamente imposible.

En mi tesis para docencia universitaria (que aparece más abajo en un enlace) se puede observar como la relación entre esta filosofía capitalista y religiosa, donde se mezcla el cristianismo con el dinero y con el mismo demonio y los problemas emocionales y en el marco de las relaciones interpersonales tienen una correlación cercana al 100%. ¿Podría explicar esto porque la mayor causa de muertes violentas en el mundo no son las guerras sino los suicidios? ¿Es posible entender que no somos responsables de muchas de nuestras circunstancias pues es imposible desvincularse de la influencia del entorno, todo ello sin ignorar la impronta que tienen nuestras decisiones en un sentido o en otro? Según esta teoría, el análisis de nuestra realidad es más complicada de lo que parece, así como más caótica y desordenada, es decir, para nada racional y llena de incongruencias y conflictos de ideas de las que, supuestamente, siguiendo a Hegel, salen nuestras sabias conclusiones en el día a día para ser más exitosos, porque, si no lo logramos, estamos condenados a la muerte.

Es esta esencia, la misma que figura en la filosofía, es la que se traslada a la economía, la política y el embrollo en el que nos levantamos cada día para ver cómo vamos a sobrevivir en ese día (porque las expectativas no dan para más, de acuerdo con la nueva realidad impuesta por la agendita 2030), es una lucha por encontrar la racionalidad y el equilibrio, el cual, en muchas ocasiones, hacemos depender de factores externos porque, en realidad, nos influyen. 

El paradigma humano es un flujo en constante movimiento, caprichoso y a veces letal y destructivo, donde muchos consideran que el odio es un motor de necesario cambio social. ¿Está el mal en nuestro inconsciente más profundo, sin haberlo curado aún, y no nos hemos dado ni cuenta de ello?

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1 COMENTARIO

  1. El famoso cuadro de Munch,esconde un gran misterio.Munch era un vidente o visionario,eso que todavía la ciencia no ha podido explicar,un profeta.La misma semana que Munch visito New York para su única e posición,pinto este extraño cuadro…a los dos días Nicola Tesla fue asesinado,efectivamente es el grito y el personaje de Nicola Tesla a quien pinto este pintor.

    La enfermedad mental es algo demasiado complejo de exponer,se puede provocar con infrasonidos,con ultrasonidos,con diversos tipos de ondas sobre todo de baja frecuencia,mientras que puede haber una disfunción física,los productos químicos y las nanotecnologías pueden interferir en el funcionamiento del cerebro.

    De todos modos,es normal que la gente se vuelva loca,con las leyes que tenemos,las normativas,la forma de gestionar papeles,los permisos,la gestión a través de internet.Antes la vida era más fácil,y todo era más sencillo y eficaz.

    Una de las cosas que más enloquece es la economía familiar,casi todas las familias de España no llegan a final de mes,por el encarecimiento de los productos de primera necesidad…Sánchez nos fríe a impuestos,y el dinero se va en comprar comida, gas butano,pagar electricidad,reparaciones,sobre todo en los alimentos,o en la cesta de la compra.

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